Como ente limitado por
nacimiento, cultura, educación, desarrollo, etcétera, y debido a cierta
inquietud y determinada disposición de tiempo para reflexionar sobre mi
condición de ser existencial, se me presenta la muy valiosa oportunidad de
acceder al acervo cultural de la humanidad, donde rebuscar y sacar a colación
alguno de los temas que con mayor recurrencia han obsesionado a la humanidad
desde sus albores, y que han suscitado encendidas polémicas entre posiciones
más o menos enfrentadas, alguna de las cuales se ha establecido como escuela de
pensamiento que, a su modo, ha pretendido resolver la cuestión en ciernes,
fuera ésta la del libre albedrío o la de la adecuación intelectiva al
conocimiento de la verdad, se me ocurren ahora como ejemplos. Todavía no se ha alcanzado
acuerdo universal sobre tan controvertidas cuestiones, lo que, de por sí,
sugiere una pobre adecuación del intelecto al conocimiento de la realidad. El
pensamiento ha demostrado ser una poderosa herramienta que, en su desarrollo,
ha permitido avances tecnológicos impensables para nuestros ancestros y para
nosotros mismos hace algún tiempo. Gracias a ellos, la especie humana se ha
enseñoreado de la Tierra y se ha autoproclamado rey y árbitro del mundo
conocido, pero, lejos de congraciarnos entre nosotros y con el universo, ha
agravado nuestras discordias hasta el punto de modificar y poner en peligro o
en alerta el equilibrio de nuestro planeta. ¿Cómo actuar, entonces,
individualmente, desde esta constatación? Como poco, me gustaría no añadir más
confusión ni más discordia a este mundo tan sembrado de ambas. El pensamiento
puede ayudarme a planificar mis tareas diarias para hacérmelas más asequibles,
puede ayudarme a distinguir unas cosas de otras para no andar ofuscado y
tropezando con todo, pero es evidente que no va a ayudarme a resolver los
problemas del mundo, que son en realidad nuestros problemas, generados por
nuestro pensamiento. Grandes sistemas de pensamiento se han alternado en
preponderancia a lo largo de la historia, oprimiendo o marginando a los
disidentes y ofreciendo, cuando menos, consuelo a los partidarios. Si soy
honesto trataré de averiguar qué es lo que mejor sé hacer en la dirección del
mayor beneficio general y me entregaré a su cumplimiento. Trataré siempre de
tender la mano y permanecer accesible hacia el mundo sensible. Me
responsabilizaré de mis problemas sin proyectar la culpa o derivar
responsabilidades hacia el prójimo o lejano. Buscaré siempre la manera de
resolver los conflictos que se me presenten sin rehuirlos. La mejor disposición
que se me ocurre a la hora de deshacer un nudo es la paciente. Se requiere de
visión y tacto, y su mejor calidad se obtiene en el silencio de la mente, no
pergeñando teorías o sistemas para resolver nudos.
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