sábado, 19 de marzo de 2022

Un deseo muy legítimo

 





Vivimos en medio de la confusión mundial y, como parte del mundo, somos parte de esta confusión. ¿Cómo ver claro en medio de un mundo tan confuso, tan turbio y enredado, en el que el conflicto parece inevitable? No hallaremos claridad en los noticieros ni en las agencias de información de uno u otro cuño difundidas por las potencias de uno u otro bando. Todo eso es propaganda y proselitismo referidos a intereses que no nos benefician, nos distraen y mantienen el statu quo. Tampoco hallaremos claridad en los malditos bulos denunciados por quienes forman parte del mismo sistema de intereses, ni en las redes ni en los blogs ni en youtube ni en tiktok ni en nada externo a nosotros mismos. La única esperanza de encontrar un mínimo de claridad la siento en mi interior, hundida como semilla en la oscura profundidad del ser, allí donde brota la fuente de la conciencia. ¿Cómo acceder a semejante abstracción y posible entelequia? Dándonos cuenta de que no hay salida a tanto embrollo en medio de tanto ruido y confusión, de que el conflicto no trae la paz, de que la victoria de uno u otro bando no es la solución sino la continuidad del conflicto y del descontento de los vencidos y de la ceguera de los vencedores. Aquí el deseo o la creencia de tener razón resultan impropios. Lo único  que me parece apropiado es buscar la fuente del conflicto en mi propia actitud de enfrentamiento a quienes no piensan como yo, observar con desapego el tren de mis pensamientos hasta su detención o tránsito continuo separado de mi esencia, hasta la desactivación de mis mecanismos de defensa y el reconocimiento de mis ideas prestadas, de mi condicionamiento social y cultural. Sólo así me veré libre de manipulación y las milicias mundanas contarán con un soldado menos. El pensamiento emancipado evita la obediencia, la coacción y el consentimiento. Sin un ejército conforme los líderes mundiales y detentadores de interés quedan desarmados e incapacitados. La solución, de ser tan simple resulta ingenua, estamos condicionados para creerlo así, pero es el único modo de acabar con esta historia de catastróficas desdichas, y, de hecho, la real ingenuidad que nos mantiene atados a la repetición de la historia es creer que nuestra adhesión a uno u otro bando que creemos de justicia, cuando menos nos reportará la satisfacción de actuar en conciencia, o que puesto que las cosas son como son y no tienen remedio, la resignación o la adaptación son las mejores vías de supervivencia. No se trata de eso. Se trata de dar lugar a la utopía, y eso está en nuestra mente creadora. Creer es crear. ¿Queremos vivir en paz con nuestros vecinos? No podemos decidir por ellos cómo vivir o como pensar pero podemos hacerlo por nosotros mismos. ¿En imposición o en libre albedrío? ¿En espacio personal o en avasallamiento? ¿En intromisión o en tolerancia? ¿En paz o en discordia? Busquemos la paz en nosotros mismos, porque es aquí donde yace. Dejemos que aflore. No debemos aspirar a nada menos que a la manifestación del paraíso en la tierra. Es la mejor forma de sacar lo mejor de nosotros.

No revolvamos más las aguas, dejemos que la turbiedad se asiente. Sólo desde la claridad podemos decidir y actuar con libertad. En la confusión sólo reaccionamos desde el miedo y la coacción o desde la codicia.



Son las cosas que pienso mientras laboro, palabras que me digo y que comparto con la esperanza de que hagan carambola con otras mentes sincrónicas en una sinapsis universal, palabras que sumen a una cuenta ya en marcha desde mucho tiempo atrás, y que son expresión de un anhelo muy profundo. Que así sea.

 

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